sábado, 8 de noviembre de 2008

The Ladybug Transistor aquí y ahora: una reválida anti revival

La banda neoyorkina presenta este mes en nuestro país su último trabajo, "Can't wait another day", una prueba de la actualidad de su fórmula de pop exquisito.

Banda setentera, revivalera o de culto -y pónganse las etiquetas que se quiera-, The Ladybug Transistor por encima de todo es uno de esos casos en los que la gracia se paga con la indiferencia y en los que uno termina por desistir de comprender nada para no acabar por abrirse las venas.

Difícilmente se pueden aceptar las críticas de extemporánea que ha recibido la banda cuando se escuchan discos como el que ahora presenta en nuestro país, “Can't Wait Another Day”, y mucho menos aceptar ninguna tacha cuando se lleva a la espalda trabajos tan impecables y deslumbrantes como “Albermarle Sound” o el homónimo “The Ladybug Transistor”. Sistemas, credos y poses aparte, lo cierto es que The Ladybug Transistor son hoy por hoy una de las bandas a seguir de la escena indie norteamericana. Y su último trabajo confirma una evolución con la que se han sacudido ese cierto -y alabado sea- ensimismamiento y les coloca en el centro del panorama independiente internacional.

Si por lo dicho en primer lugar estaremos de acuerdo en que cumplen el primer precepto de un posible decálogo del indie, no menos podrá decirse del segundo, pues, como tantos otros, estos chicos se iniciaron como miembros de la tribu pasando el trance de la autoproducción. Creada en Brooklyn, Nueva York, originalmente The Ladybug Transistor se formó como trío con un espigado y despabilado Gary Olson, Edward Powers y Javier Villegas. Su primer disco, “Marlborough Farms” (1995) fue grabado y producido en el estudio casero de Olson. Las aristas de este trabajo y lo que de bueno se podía intuir en su sonido se pulieron notablemente en su segundo trabajo, “Beberley Atonale” (1997) gracias en parte a la incorporación de los hermanos Jennifer y Jeff Baron a las cuerdas. Tras la grabación de este álbum, Edwards abandonó la formación y se incorporaron San Fadyl y Sasha Bell (The Essex Green). Con los hermanos Baron a la guitarra y al bajo, y con Sasha Bell a los teclados, la banda estaba lista para alumbrar una obra imprescindible y de la que con razón muchos críticos han afirmado que se trata del último gran disco pop del pasado siglo: “Albermarle Sound” (1999), una verdadera joya compuesta por canciones radiantes, melodías primorosamente arregladas gracias al sumo gusto demostrado por Olson, los Baron y Bell para tejer texturas sonoras brillantes y embelesadoras. En la instrumentación y los arreglos de este disco vive el espíritu del pop más excelso de Burt Bacharach y Brian Wilson, y resuenan ecos de los distinguidos Zombies, de The Left Banke e incluso algo de los Hollies.

Si es innegable la filiación de este último trabajo, no menos lo será el de “Argyle Hair” (2001), una obra igualmente labrada a base de melodías luminosas y brillantes con las que la banda sigue explotando las mejores vetas del rock de los 60. Pese al buen puñado de canciones de aires sixties y de inspiración folky que contiene este disco, no alcanza el grado de perfección formal del antecedente.

Quizás evitar el peligro de caer en la excesiva estilización fuera el motivo que condujo a la banda a abandonar el estudio de Marlborough Farms para preparar su quinto disco, el homónimo “The Ladybug Transistor” (2003), grabado en Arizona con el productor de otros ilustres como Calexico, Craig Schumacher. Bajo la dirección de éste, la banda consiguió recuperar lo esencial de su inspiración. Y el resultado es igualmente deslumbrante: una colección de canciones que restallan de luminosidad pop conservando la elegancia, la delicadeza y la gracia de sus prolijos arreglos al tiempo que la mesura que les dió la mano de Schumacher.

“Can't wait another day” (2007) es un salto al centro de la escena y confirma el proceso de maduración de la banda. Tal y como sostiene Gary Olson, en declaraciones aparecidas en Mondosonoro, “es curioso porque nosotros nunca hemos creído eso de que somos una banda revival de los sesenta. Lo único que intentamos es hacer buenas canciones. Lo importante para nosotros es que cada canción tenga una producción atemporal. Podemos tener algunas que recuerden vagamente a los sesenta y setenta, pero es de forma circunstancial. Queremos que la gente aun escuche nuestras canciones de aquí treinta años” (ver vídeo de "Always in the telephone" )4'19'').

Devotos y escépticos tendrán oportunidad de comprobar si tal evolución se confirma con motivo de la gira de presentación de este disco que les trae del 18 al 23 de Noviembre por nuestro país.

No hay comentarios: